martes, 5 de junio de 2012

violetas para un aniversario




Era domingo, era una mañana de domingo, un domingo de primavera, Sol y bicicletas. Una mañana que invitaba a la alegría. Y así hablábamos, con alegría, con la sonrisa pintada en la cara. Hablábamos y nos reíamos, porque eso era lo que sabíamos hacer mejor: hablar, reír, amar. Tú eras feliz y yo también. Y con esa felicidad te quedaste, mientras yo no comprendía nada. Luego me lo confirmó José Luis y yo sólo acertaba a decir “esto no está pasando”.

Hablábamos y nos reíamos. Tengo grabada en mi memoria tu imagen risueña y las caricias de tu voz. Nos veíamos y el mundo se transformaba, bueno, más bien desaparecía, y sólo estábamos tú y yo -tan lejos, tan cerca- y nuestras palabras, nuestras miradas iluminadas. Nuestro amor. Por encima de todo. A pesar de todo.

Ahora llevo un año con tu ausencia, viéndote cada día y cada noche, diciéndote “buenos días, mi amor” cada mañana al despertar; ese saludo que era algo más que un saludo. Era una bienvenida a un refugio y su contraseña. Llevo un año con tu ausencia tatuada en mi piel, porque “este amor ya sin ti me amará SIEMPRE”.

Nadie como tú.