El título lo he tomado prestado de un mensaje que recibí ayer cuando volví de Barcelona. Nieva poco en esa ciudad, poca cantidad y pocas veces, pero ayer, fue la excepción. A mí me pilló haciendo un trabajo ur-gen-tí-si-mo -que acabo de interrumpir para escribir esto- y no tenía otro día para trabajar, los plazos y los billetes del A.V.E. mandan.
Había mirado la predicción meteorológica (Maldonado fecit, www.eltiempo.es) y sabía que no iba a parar de llover, que haría frío y que haría viento. Pero no me podía imaginar esto. Me sorprendió que a las nueve y media de la mañana la gente se quejaba del frío, poco acostumbrados están, pobres. Luego, a media mañana comenzó a llover y sobre las doce y media a caer aguanieve. Aguanieve que no tardó en convertirse en una copiosa nevada. Éste es el aspecto de Barcelona a esa hora, aún no había cuajado, ni pensaba q lo fuera a hacer, pero la nevada era intensa. La foto está sacada desde el edificio en Via Laietana donde estaba trabajando, a apenas 150 metros del mar, que no se alcanzaba a ver.
Por la tarde fue arreciando y comenzaba a cuajar...
Y cuajo, vaya si cuajó:
Había mirado la predicción meteorológica (Maldonado fecit, www.eltiempo.es) y sabía que no iba a parar de llover, que haría frío y que haría viento. Pero no me podía imaginar esto. Me sorprendió que a las nueve y media de la mañana la gente se quejaba del frío, poco acostumbrados están, pobres. Luego, a media mañana comenzó a llover y sobre las doce y media a caer aguanieve. Aguanieve que no tardó en convertirse en una copiosa nevada. Éste es el aspecto de Barcelona a esa hora, aún no había cuajado, ni pensaba q lo fuera a hacer, pero la nevada era intensa. La foto está sacada desde el edificio en Via Laietana donde estaba trabajando, a apenas 150 metros del mar, que no se alcanzaba a ver.
Por la tarde fue arreciando y comenzaba a cuajar...
Y cuajo, vaya si cuajó:
La gente del edificio donde estaba trabajando se apiadaba de nosotras y nos decían "¡pobrecitas, con la nevada que está cayendo y vosotras ahí!". Yo les contestaba que no me importaba, que me sentía una privilegiada de estar viviendo un día histórico, la nevada más fuerte en Barcelona en muchos años. Luego vendrían el caos, los retrasos, las cancelaciones y la gente atrapada. Se notaba que no era una cuidad -ni unos políticos- acostumbrada a la nieve porque la sal brilló por su ausencia y estaban las aceras y las entradas al metro, único medio de transporte fiable, impracticables y había que ir agarrándose a las barandillas como las ancianas de ochenta y tantos, con las dos manos para no resbalar.
Pero fue toda una experiencia.
2 comentarios:
Qué bonito...
Se lo podrás contar a los nietos...
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