Hace una semana que vengo pensando en esta entrada, desde que me enteré del “caso Garzón” como he visto reflejado en la prensa que denominaban al procesamiento del juez Garzón. No pretendo entrar aquí en las afinidades que se puedan tener o no con este hombre, porque si bien me parece una persona valiente, también me parece que adolece de un exceso de afán de protagonismo. Tampoco entraré en un planteamiento jurídico del que no entiendo casi nada, tendiendo a la nada absoluta, sobre la posibilidad de esa presunta prevaricación. De lo que sí que empiezo a entender es de la rabia y estupor que me produce que un grupúsculo franquista, la Falange que tantos trapos tiene aún por lavar en este país, haya conseguido sentar al juez en el banquillo para que se siga silenciando la memoria.
Y me duele, me duele profundamente que los últimos supervivientes de una generación de octogenarios que vislumbraban la esperanza de tener por fin una partida de defunción de sus padres, tíos, etc., una generación, digo, a la que no le queda tiempo de nada, les arrebaten la posibilidad de irse tranquilos con su mezcla de tristeza y satisfacción de saber cuándo y dónde. El porqué ya lo saben, aunque no lo entiendan. Cada vez menos tiempo y más desesperanza. Y miedo.
Sí, miedo, porque ellos aún tienen las cicatrices en el alma que duelen como las del cuerpo los días de tormenta. Y les duelen porque esta panda, sí, no me cortaré, ya me conocéis todos, de falangistas y adláteres, esos cuatro gatos insidiosos han conseguido recordarnos peligrosamente las “Dos Españas” tan lamentablemente latentes, a costa de que unos den su apoyo a Garzón o a su encausamiento.
Y también vergüenza. Pero eso no es patrimonio de esa generación que perdió, sino que está repartida por todo aquel que tenga algo de sentido común y sensibilidad. Vergüenza internacional porque difícilmente vamos a ser un país creíble cuando no somos capaces, o no podemos, o nos ponemos la zancadilla para, no ya juzgar, pero sí por lo menos esclarecer todos esos crímenes que hasta que no se encuentran a las víctimas no lo serán del todo. Hemos clamado contra la dictadura de Chile o Argentina, nos horrorizó lo que conocimos de la Rumanía de Ceaucescu, por no hablar del sinfín de crímenes cometidos en la antigua Yugoslavia, que también fueron denunciados. Los mismos que arremeten contra Garzón –y muchos más- protestan contra Cuba y sus presos políticos. En 2008 la moda era manifestarse por los derechos humanos en la China olímpica… Y no somos capaces de curar nuestras propias heridas sino que encima las reabrimos “gracias” a los mismos que tanto dolor causaron. ¿Cuándo va a madurar por fin este país?
3 comentarios:
Stoy de acuerdo contigo Cristina,aunque esos crimenes hayan prescrito, no dejan de serlo y las familias que los sufrieron entiendo que necesiten saber como, cuando, donde y de que manera ocurrieron. No dejes de leer el libro"Camino de Hierro" (yo esstoy en ello)que habla de una historia que te hace comprender esa necesidan de-si no resarcirse por los crimenes- al menos el que se reconozca que lo fueron.
saludicos
PD: Adlateres: una nueva palabra para mi diccionario, que la he tenido que buscar en google.Anda que......
Te quedas corta, Cris, eres muy blanda...
Es q no me quería crispar...
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