Desde pequeña ya era distinta. Recuerdo que me llevaron a ver la película “La bella durmiente” cuando apenas tenía cuatro o cinco años y me impactó mucho. Después no hacía sino hojear y hojear el libro hasta que sus imágenes quedaron grabadas a fuego en mi memoria. No sabía hasta qué punto. Yo no quería ser la princesa que espera durmiendo a que llegue su príncipe a despertarla a la vida. No, yo no sirvo para eso. Yo quería ser el príncipe valeroso que con su espada de la verdad avanzaba por el bosque de espinos y se enfrentaba al dragón en el que se había convertido Maléfica. Y ahí sigo.
Desde pequeña ya era distinta. Desde siempre fui diferente, la bizquita, la zurdita, la chicazo, la poeta metida a ciencias, la geóloga metida a restauradora (o así), la rebelde, la independiente, la emprendedora, la autónoma, la impagada, la divorciada, la madre sola, la enamorada, la rechazada, la vuelta a enamorar, la vuelta a rechazar. La caída, la levantada... Elegí -o tomé- el lado difícil de la vida y estoy harta de partirme la cara con ella una y otra vez. Como el príncipe en el bosque de espinos.
No, la vida no me está resultando fácil. Debería sentirme afortunada por ello porque eso enriquece. Pero estoy cansada. Incluso muy cansada. Tengo la sensación de que mi vida, mi precaria vida, lo que he conseguido construir en estos años se vuelve a desmoronar. Me siento como un castillo de arena junto a la orilla del mar, erguido, con su foso de defensa, sus puertas y sus esbeltas torres con chorreritas de arena semilíquida y todo. Tan bonito. Hasta que llega una ola y lo empieza a horadar y llega otra y sigue el trabajo emprendido por la anterior. Y así, hasta que se derrumba y tan sólo queda un pequeño montón de arena informe. Y vuelta a empezar, pala en ristre, a construir. Hasta la próxima ola. O el próximo dragón.
Mi penúltimo dragón se llama Hacienda. Del último no hablo porque decidió salir de mi vida. Hace pocos días saltó la noticia de que la Agencia Tributaria iba a ir contra los profesionales que metían excesivos gastos y mostraban signos exteriores de riqueza no acordes con sus ingresos declarados. A pesar de que mi coche tiene casi once años, conmigo ya ha ido entrenando. Yo soy una de esos profesionales autónomos. Además, y sobre todo, soy madre, madre que cuida y ama a sus hijos y pretende educarlos con responsabilidad. Ello pasa por pasar tiempo, tiempo de calidad con ellos. No eché hijos al mundo para que los críe otra persona. Y por ello elegí trabajar parte de mi jornada desde casa, entreverando mis deberes con los suyos. Además tengo un local donde tengo instalado el laboratorio que ni me cabe en casa ni puedo tenerlo habiendo niños. En definitiva trabajo en ambos sitios en un intento de conciliar mi vida laboral y familiar.
Pero además trabajo en restauración de monumentos. Y, aunque me llevo muestras a mi laboratorio, creo que a la gente le sabe mal que desmonte sus catedrales y me las lleve a casa para no tener que desplazarme a trabajar. Además, el local –y también mi casa- es pequeño y no me caben. De manera que no me queda más remedio que desplazarme hasta donde estén, lo cual conlleva tener que coger el coche y, muchas veces, más de las que me gustaría a mí, comer fuera. Bien es cierto que cuando he tenido suerte de trabajar en mi ciudad he procurado echarme la mochila al hombro e ir en bicicleta, más barato, sano y respetuoso con el medioambiente.
Pues bien, para la Agencia Tributaria todos estos argumentos no valen. Y considera que estoy defraudando al meter los gastos de desplazamiento y manutención cuando voy a una obra o cuando meto los gastos de luz e Internet por trabajar parte de mi jornada en casa, mientras cuido a mis niños y mando informes en pdf.
Y de esta manera, me reclama una cantidad que no soy capaz de pagar, porque, estamos en crisis y el trabajo ha flojeado. A mí nadie me da ayudas por pérdidas de beneficios, nadie me convoca a Moncloa a pedirme mi opinión para buscar soluciones para la crisis. De mí sólo se acuerda el gobierno para exprimirme un poco más y así poder ayudar a esos grandes empresarios que nos han llevado a la crisis. Y tengo que pagar más por trabajar.
No estoy por la labor, no me quedaré de brazos cruzados. Voy a seguir luchando contra el dragón, en los tribunales, por aquello que considero justo y veraz. No me quedaré dormida esperando a mi príncipe. Ése nunca llega. Nunca se quedan junto a las mujeres diferentes.
5 comentarios:
Creo que, cuando te copié el texto, no te lo dije.
A toro pasado... ahí va. Hoy lo he publicado, dejando clara tu autoría, como hago siempre que copioy pego...
*febrero 19, 2011. Un paseo por San Glorio y Riaño: Aupaedurne
Publicado por Aupaedurne en lunes 29 de noviembre de 2010 aupaedurne.blogspot.com/ (...)
... en cuanto a lo de Hacienda, peléalo, si te ves con fuerzas. Supongo que ya estás en la fase posterior al acta (que firmaste la disconformidad con la propuesta inspectora)
Siempre tengo en mente algo que me dijo un sr.... ¡para pagar... siempre hay tiempo!
Y, sí, es verdad, las contrariedades de la vida te refuerzan... si no pereces por el camino.
Saludos desde Madrid-Getafe: PAQUITA
No te rindas ante el abuso,¡pelea! utiliza todos los recursos y no dejes que tu ilusión por tu vida y los que te rodean caiga.
"Pa lante" que tu eres fuerte,espero que en fechas prósimas leer una cosa muy distinta a la de hoy.
Te deseo toda la suerte y fortaleza del mundo
Gracias por vuestros ánimos, claro q voy a pelear, es lo q llevo haciendo toda la vida. Sólo q ya empiezo a estar cansada, sobre todo de tener tantos frentes abiertos. No, Manuel, no. No soy tan fuerte como tú y tus dos hermanos creéis. Como dice Paquita, saldré reforzada de ésta... si no perezco por el camino. La cordura aconseja q tire pa'lante. Hala pues.
Por cierto, Paquita, a ver cuándo coincidimos para caminar y charlar. Será una buena señal.
Hermosa, esto es la vida: muy fácil para algunos, y la lucha titánica diaria para otros. Y un tercer grupo que es un pan sin sal...
Pero tú eres gente de raza y no puedes venirte abajo. Además piensa que es lo peor de esta situación y...¿a qué puedes afrontarlo?. Sobre los que abandonan por su propio pie... ni preocuparse - sí, ya sé que es fácil decirlo -; de verdad que en el fondo no merecen la pena; si no son capaces de luchar por lo que les hace felices a ellos mismos...¿crees que van a luchar por otra persona?
Nos vemos, besitos de Miranda
Más espinos: esta noche nos han intentado robar en la oficina. Éramos pocos...
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