"Como el alabastro, de la tierra, dura como una roca, cristalina, traslúcida, pero que se raya fácilmente y se disuelve gota a gota"
Así llegué el otro día a la conclusión, hablando con quien es más que un amigo, de que ésa podía ser mi definición.
Sí, amo a mi tierra pese a todo, su dureza y sus contrastes. Estoy apegada a ella. Y aunque ansíe recorrer el mundo (y este blog comenzó como una crónica del viaje de una novata), regresar a la tierra reconforta. Ese vientre materno mineral.
Dura. A la fuerza. Me he dado cuenta de que no he parado de luchar durante toda mi vida. Unas veces por mi tendencia a ponerme del lado del más débil y defender causas perdidas, y otras veces porque no me ha quedado otro remedio. No puedo decir que mi vida haya sido difícil, pero tampoco me ha sonreído abiertamente. Viendo cómo cuida un amigo a su mujer embarazada, recordaba yo mis embarazos, que, aunque fueron muy buenos, especialmente el primero, no me quedó otro remedio que sacarme yo solica las castañas del fuego. Aún me acuerdo de una mañana que perdí el tubo de escape del coche y ahí me tenías tumbada en el suelo, embarazada de seis meses, sujetándolo. Sola. También recuerdo -en el segundo embarazo estuve con pastillas antinaúseas hasta el día del parto- y un día subiendo a un pueblo conduciendo, no me dio tiempo casi ni a abrir la puerta del coche. Pero había que cumplir y cumplí.
He sacado a mis hijos adelante sola, incluso cuando estaba casada. He desarrollado con relativo éxito mi carrera profesional a pesar de amargos sinsabores que a punto estuvieron de que lo mandara todo a hacer gárgaras. He superado situaciones muy críticas que me han venido todas de golpe. Y aquí estoy.
Cristalina. Lo debe de llevar mi nombre y mi profesión. Va unido a lo de traslúcida. Incapaz de ocultar mis sentimientos, emociones y pensamientos. Brutalmente, con la sinceridad por delante. A veces demasiado directa, demasiado clara, demasiado hiriente.
Pero me rayo fácilmente. Mi corazón tiene demasiadas rayas, en un continuo vital ameboide de ensayo y error. Amante de mi libertad, echo en falta un pecho donde apoyar mi cabeza cuando ya no puedo más. Pero de nuevo sale mi condición pétrea, mi dureza, y tiro para delante. Como siempre. Gracias, mamá, por enseñarme a ser como soy.
Y me disuelvo gota a gota. Del agua salada que brota de mis ojos cuando estoy sobrepasada. Pero eso casi nadie lo ve.
No me arrepiento de vivir y de ser como soy. No me arrepiento de mis 365 palabras ni de lo que os digo a todas las mujeres. Pero a veces me caigo. Menos mal que cuento con buena gente a mi alrededor que me da la mano: mis hijos con su alegría, mi familia, los buenos amigos, y me salva mi optimismo.
1 comentario:
Me estristecen tus reflexiones. Pero tu sabes mejor que nadie que la dureza es una propiedad buena, que te ayuda en el momento de tomar decisiones y de afrontar muchos momentos en los que la vida nos pone a prueba, pero las cosas que poseen esta propiedad son asimismo frágiles y pueden romperse,no te rompas tu sola.
¡ Cristalina ¡. A veces, otras tenga la sensación de que no lo eres tanto.
¡ Traslúcida ¡. Como lo anterior va unido, y puede que la dureza que de alguna manera te envuelve como efecto Faraday, para tu protección no te deja libertad suficiente para asomarte de nuevo a ese mundo que tanto amas, pero del que no quieres ser su presa.
Rayarte, todos los materiales se rayan, ¡que tonteria¡ ¿ a tí te lo voy a decir ?
Y por último, la vida nos va diluyendo a todos. Claro que tampoco te lo voy a contar a ti. De una roca que se degrada, sale otra más pura, más apreciada. Pon tu empeño en que esto sea a sí. Se que lo puedes conseguir. Y por último,se que tendrás siempre un pecho sincero donde podrás apoyar tus desmayos, avivar tus ilusiones y pensar que todo tiempò pasado no fué mejor.h.s
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