miércoles, 31 de diciembre de 2008

365 palabras para un año



Confieso que he vivido, como el poeta.
Confieso que este año que acaba
me he sentido viva.
Por fin.

Confieso que he amado.
Que he aprendido a amar
de manera nueva, libre y liberadora.
Que puedo y quiero y me gusta y gusta
decir te quiero.

Confieso que he viajado.
Que he conocido un pedazo de un país
lejano y fascinante
y lo quiero compartir.
Que he visitado pueblos pequeños
donde he convivido con grandes personas.
Que he pisado ciudades viejas de viejas piedras
donde he renovado mi vida.
Que he viajado al País de no Crecer
a través del color añil del Arco Iris
cogida de la mano de mis hijos.
Y ese ha sido el mejor viaje

Confieso que he sonreído,
he reído y he llorado.
Que he compartido grandes momentos
rodeada de la gente que quiero
y de gente que acabo de conocer
y a la que quiero querer.
Que he compartido pequeños instantes
conmigo misma.
Y también los he disfrutado.
Porque

Confieso que me he conocido,
me he reconocido
y me ha gustado lo que me he encontrado.
Que había vivido de espaldas a mí misma
Y cuando por fin me he dado la vuelta
el espejo me ha devuelto la imagen
de una mujer.

Sí, este año que se nos acaba
confieso que he vivido.
Y sólo puedo dar las gracias
A todos aquellos que habéis pasado
por este año que he vivido.
A mi padre, de nuevo encontrado.
A mis hijos, pedazos de futuro
que tengo la responsabilidad de moldear,
personitas libres y completas.
A mis hermanos, a mi familia.
A quien más que familia es amiga,
confesora, confidente, cómplice y conciencia.
A mis amigos, los que están lejos y los cercanos,
a los de todos los días y a los de una llamada al año.
A los de siempre y a los recién llegados.
A los hombres que amo y que me aman,
que me habéis enseñado
que todo “pueser”

Y a todos vosotros,
que me habéis leído,
que me habéis seguido
que me habéis animado a seguir.
que me habéis redescubierto
el placer de escribir
y con los que he conocido
el placer de ser leída.

Gracias.