miércoles, 11 de mayo de 2016

tras la huella de Sade






En el verano de 2014 Paco Rallo me invitó a participar en el libro que estaba preparando “Tras la huella de Sade”, obra coral compuesta por ensayos, relatos, poemas e ilustraciones de inspiración sadiana, además de frases del marqués. Aunque sea autora de uno de los relatos, hasta ahora yo solo era escritora profesional de “literatura gris” tal y como la define Manuel Sánchez Oms en su extenso y excelente ensayo incluido en el libro (y que os invito a que descubráis a través de él su significado) y escritora ocasional de relatos, artículos y post de lo que me venga en gana en este blog. Sin embargo nunca había escrito un relato sadiano, es más, tal y como comentó Elifio Feliz en la presentación en Teruel, ni siquiera Sade figuraba entre mis autores favoritos (que dicho sea de paso, tampoco sé quiénes son…). De manera que la propuesta de Paco, supuso todo un reto para mí, y, por supuesto, entré al trapo.

Lo primero que tuve que vencer fue el pudor, pero ya el propio Sade me lo puso fácil: «El pudor es una quimera, único resultado de las costumbres y de la educación. Es, lo que se dice, un hábito». Pues fuera hábitos, de todo tipo. Me puse a escribir sin pudor y sin haber trabajado previamente la figura y la obra de Sade. Mi intención era escribir lo que me inspirara a mí el hecho de un relato sadiano, no lo que me inspirara Sade. Escribí libremente, sin prejuicios, y esas dos palabras, definirían mis sensaciones durante el proceso de escritura. Como también decía Sade «Así, la conciencia es pura y simplemente obra de los prejuicios que se nos han infundido, o de los principios que nosotros nos formamos» Los prejuicios que nos infunden y que nos amordazan nos impiden muchas veces desarrollarnos como personas libres. Y esa es la paradoja del propio marqués desde mi punto de vista, a pesar de sus 27 años de reclusiones, fue un hombre libre porque así lo era su pensamiento, durante aquel cambio de siglo y de paradigmas en un país como Francia. ¿Dónde reside la verdadera libertad? ¿Es sólo algo físico o es inherente a la manera de pensar? «Mi desgracia no es consecuencia de mi manera de pensar, sino de la de los demás», nos dejaba escrito el marqués. La libertad reside en la fortaleza –otra paradoja- al menos de espíritu. En este sentido, admiro a Sade como pensador y filósofo, si consideramos su provocadora obra como fruto del momento que le tocó vivir, estoy convencida, no olvidemos que el XVIII fue un siglo de promiscuidad y tolerancia de hecho, pero también de gran hipocresía social derivada de los preceptos de la Santa Madre Iglesia. Así Sade, desde la libertad de su encierro, se rebelaba contra estos convencionalismos desde un profundo ateísmo, «La idea de Dios es el único error por el cual no puedo perdonar a la humanidad», «Ninguna religión vale una sola gota de sangre», «Digámoslo con la verdad: entre todas las religiones existentes, no hay una sola que predomine legítimamente, que no esté llena de fábulas, mentiras, perversidades, y que no ofrezca los más inminentes peligros al lado de las más evidentes contradicciones», eran algunos de sus pensamientos al respecto. También cargaba contra la sociedad: «La ley solo existe para los pobres; los ricos y los poderosos la desobedecen cuando quieren, y lo hacen sin recibir castigo porque no hay juez en el mundo que no pueda comprarse con dinero», «¿Creéis que hay gran diferencia entre un banquero de una mesa de juego robándoos en el Palais-Royal, o Matasiete pidiéndoos la bolsa en el bosque de Bolonia? Es lo mismo, señora; y la única distancia real que puede establecerse entre uno y otro, es que el banquero os roba como cobarde, y el otro como hombre valiente». Tanto unas como otras frases, si lo pensamos bien siguen siendo de rabiosa actualidad, seguimos viendo, demasiado cerca de nosotros cómo se mata por la idea de un dios, se llame como se llame, cómo la justicia no es igual para todos, por mucho que personajes de alta cuna nos intenten convencer de lo contrario, y cómo los ladrones visten carísimos trajes y se llevan los millones de los pobres hombres que por intentar robar una gallina o una bici los condenan a cárcel. Frente a esto Sade se revela como un apasionado pensador que criticaba también ignorancia de sus semejantes: «No hay más infierno para el hombre que la estupidez y la maldad de sus semejantes», «¿Qué es la existencia sin filosofía? ¿Vale la pena vivir cuando se vive aplastado bajo el yugo de la mentira y de la estupidez?». «...Por la pérdida de mis manuscritos he llorado lágrimas teñidas de sangre». Pero volvamos a esa libertad de pensamiento de la que hablábamos antes, que es lo que yo más destacaría del marqués, la cual, 275 años después de su nacimiento, nos sigue pareciendo –o nos vuelve a parecer- casi tan transgresora como en su momento, tal vez porque la sociedad sigue siendo pacata.

Esa misma libertad es la que me guió en la escritura de mi relato, “Sangre fría”. Escribí sin tabúes sobre una mujer sexualmente libre, dejando claro que no somos objeto, sino sujeto sexual. Durante siglos se nos ha prohibido a las mujeres la libertad sexual y han sido, estoy segura, generaciones de ellas que se han muerto sin haber experimentado un solo orgasmo en su vida. Cuando la mujer ha entrado en el ámbito sexual ha sido cosificada, se ha negado su papel más allá de un objeto de deseo o de placer para el macho, que ha sido tradicionalmente el polo hacia el que se ha dirigido el hecho sexual.

Mi protagonista es una mujer muy activa que goza del sexo y que vive una relación muy pasional, pero que no es indispensable para ella. Se sabe deseada y no lo oculta, al contrario. Sin embargo, poco más os puedo contar de mi relato, está escrito para descubrirlo poco a poco, para ir dejándose llevar, desde la primera línea.

La gente que lo ha leído se ha sorprendido de su evolución, del giro que va tomando la historia. También me han dicho que rezumaba testosterona, que parecía un relato escrito por un hombre. Ha habido incluso quién me ha pedido una segunda parte, que nunca me he planteado, la verdad, porque el final queda abierto. Sinceramente, me gusta que la continuación del relato quede en la mente de cada uno de los lectores, y no me importaría, incluso, que si alguien se decidiera, me mandara su continuación, puede ser un juego interesante…

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