martes, 22 de junio de 2010

yo también soy M.R.A.




Detenido un anciano que robó 5.300 euros en un banco con una pistola de juguete

La Policía ha detenido hoy en León a un hombre de 72 años porque supuestamente atracó esta mañana una sucursal del Banco Santander de León con una pistola de juguete y se apoderó así de un botín de 5.300 euros.

Aunque el asaltante, cuyas iniciales son M.R.A., logró escapar del banco, fue arrestado poco después por la Policía Local de León, ya que uno de los empleados de la sucursal avisó del atraco, han informado hoy fuentes de la Policía Local.

El suceso tuvo lugar en una oficina bancaria de la transitada Avenida Miguel Castaño de León, y el supuesto autor fue detenido a los pocos minutos en las inmediaciones del Corte Inglés, ambos lugares a unos cinco minutos de distancia a pie.

ECODIARIO.ES 22/06/2010, 15:27


Pues ole por M.R.A. No sé de sus circunstancias personales, pero sí me imagino la de miles de pensionistas que sobreviven con apuros, casi de milagro, y que van a ver congeladas sus pensiones por culpa de la crisis que han creado los bancos. Yo también quiero tener la valentía suficiente –y un poco de ingenuidad- como para entrar en un banco a robar con una pistola de juguete lo que ellos nos están robando todos los días. Llamadme subversiva, sí, pero deberíamos ser muchos los emerreas que tendríamos que ir a que nos devolvieran lo nuestro, eso sí sin hacer daño a nadie, que ha quedado demostrado que las pistolas de juguete sirven.

Porque no deja de sonar a recochineo que el gobierno haya estado ayudando a los bancos y a las grandes empresas, sólo porque tenían menos beneficios que el año anterior mientras los curritos de a pie se balancean en el difícil alambre del E.R.E. de dónde se pueden caer a la sobresaturada red del paro hasta el tortazo de la nada. O les bajen el sueldo. O son autónomos o pequeños empresarios que se dan de leches por sobrevivir cada día.

Os contaré una historia: Conozco una persona que tiene una microempresa, muy micro, que siempre se había caracterizado por su pulcritud en las cuentas y en los contratos con sus pocos empleados y pagaba religiosamente a la Seguridad Social y a Hacienda lo que hiciera falta pues era temeroso del estado. Pero un día se confundió y había una mínima desviación entre lo que había cotizado y lo que debería haber cotizado. Le mandaron una notificación requiriéndole el pago de la deuda y la multa correspondiente, como suele ocurrir en estos casos. Lo curioso fue que la multa era muy pequeña y, como estaba por debajo del mínimo que cobraba la Seguridad Social, le aplicaron éste, aun a pesar de que no le correspondía pagar tanta cantidad. En aquellos días comenzaban a saltar las noticias sobre las ayudas millonarias a las grandes empresas y esta persona, que también creaba empleo, que ningún año tenía beneficios, que iba justito , no sólo no recibía ayuda sino que tuvo que pagar más de lo que le correspondía.

Da rabia. Y teniendo en cuenta los seguros que tienen los bancos, que ya se sabe que la banca nunca pierde, pues yo también quiero ser M.R.A. Yo también soy culpable de su delito de reclamar lo que no sé si es suyo, pero desde luego, no de los bancos.


domingo, 6 de junio de 2010

la crisis griega es contagiosa



Y no sólo a nivel internacional, que también. Y si no, mirad lo que está pasando con Hungría e incluso con nosotros mismos. Pero no, no me refiero sólo a eso. ¿Os acordáis de que os comenté la puntería que había tenido a elegir a Grecia como mi próximo destino? Bueno, pues una vez más tendrá que esperar. La crisis, la maldita crisis, o lo que es peor, el miedo ha llegado a mis cuentas. Y si ya me daba reparos el andar por Grecia pagando los platos rotos por otros como turista accidental en un país arruinado (y no sólo las piedras), no me voy arriesgar encima a hacerlo cuando no tengo claro mi futuro.

Y es que ya estoy pagando otros platos que tampoco he roto yo, o, al menos, no sola, ni mucho menos en su mayor parte. La crisis, la maldita crisis paraliza las obras, porque la cultura ya se sabe que en estos tiempos no es prioritaria. Y si queda alguna, que más da saber cómo son las piedras o qué les pasa, hacemos lo de siempre y en paz. Como si siempre fuera igual (siempre, siempre, que palabra más traicionera y manoseada).

Pero claro, de qué me quejo, si yo soy una autónoma que he vivido en la opulencia estos años de vacas gordas… no como esos pobres funcionarios que les rebajan el sueldo una media del 5%, pobrecitos, qué penita me dan.

Pues no, señores, no me dan ninguna. Tampoco podría decir que me alegro, pero a esos señores que pasado mañana saldrán a quejarse deberían caérseles la cara de vergüenza en lugar de enarbolar una pancarta. Y de paso, que se les cayera también a los sindicatos que ahora es cuando despiertan de un tan extraño como largo letargo.

Esos señores siguen contando con un sueldo fijo, menguado sí, pero saben que al mes que viene, dentro de seis o de un año, seguirán cobrando. Que tal vez deban tener un poco más de cuidado con la visa e ir a cenar a restaurantes menos caros, puede. Que a lo mejor no podrán comprarse ese irresistible bolso de “mandarina duck” y que Tommy Hilfiger puede esperar, también. Hay que pagar la hipoteca y los plazos del cochazo que duerme en el garaje (porque para diario es mejor el otro, el pequeño utilitario). Pero saben que seguirán cobrando sólo por levantarse cada mañana de la cama.

No me dan ninguna pena, no. Yo no me he forrado durante las vacas gordas, como todo el mundo acusa a los autónomos; mi coche tiene diez años y que dure, y soy la reina de los chollos y las marcas blancas. Tal vez porque sé lo que me cuesta ganar cada euro que entra mi cuenta, y sobre todo lo que cuesta que entre, que últimamente lo hacen poco. Quizás porque sé que sólo por levantarme por la mañana ya tengo que pagar mi parte alícuota de seguridad social, alquiler de local, suministros, colegio profesional, etc, etc, etc. Trabaje o no.

Y aún con todo no me puedo quejar, que conservo, mal que bien un trabajo por el que cada día peleo y me desespero ante el silencio del teléfono y la inactividad del correo electrónico. Hay otros que viven en un E.R.E. asintótico con una peligrosa tendencia al cero en su trabajo. U otros, muchos, que ya han llegado al cero y a los que ya no se les puede sacar más conejos de la chistera en forma de prestaciones. Hay demasiados dramas a nuestro alrededor, muchas horas de sueño perdidas, muchas cuentas como rosarios para que me queje. No nos quejemos, señores funcionarios de silla vacía y cafetería repleta; de moscosos y horarios sutilmente recortados hasta transformarse en derechos adquiridos; de cafés interminables que se transforman en paseo de tiendas o confesiones íntimas. Mejor nos estamos calladitos.

Sé que ésta no es la solución, que ni los funcionarios, ni los autónomos ni todas esas personas que han perdido su empleo tenemos la culpa de esta crisis, y la estamos pagando entre todos, pero tengan un poco de vergüenza y trabajen, que para eso cobran, aunque sea menos.