viernes, 22 de enero de 2010

alfonsina y el mar...

Por la blanda arena que lame el mar
su pequeña huella no vuelve más
Un sendero sólo de pena y silencio
llegó hasta el agua profunda
Un sendero sólo de penas mudas
llegó hasta la espuma

Sabe Dios qué angustia te acompañó
qué dolores viejos calló tu voz
Para recostarte arrullada
en el canto de las caracolas marinas
La canción que canta en el fondo
oscuro del mar la caracola

Te vas Alfonsina con tu soledad
¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños
dormida, Alfonsina, vestida de mar

Cinco sirenitas te llevarán
por caminos de algas y de coral
Y fosforescentes caballos marinos
harán una ronda a tu lado
Y los habitantes del agua van a jugar
pronto a tu lado

Bájame la lámpara un poco más
déjame que duerma, nodriza, en paz
Y si llama él, no le digas que estoy
dile que Alfonsina no vuelve,
y si llama él, no le digas nunca que estoy
Di que me he ido.

Te vas Alfonsina con tu soledad
¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños
dormida, Alfonsina, vestida de mar



Es bonita la canción, triste, romántica, lírica. Evocadora. Pero, ¿evocadora de qué? La canción sugiere un final romántico de una mujer melancólica que poco a poco se va sumergiendo en las aguas del mar. Siempre que lo leía, oía o cantaba, admiraba a Alfonsina por la sangre fría de suicidarse así, tan despacio, y sin volver atrás, tan premeditadamente, en lo que debía de ser una muerte lenta con una agonía horrible –dicen que son de las peores, las de ahogamiento. Pero a la vez me extrañaba esa falta de instinto de supervivencia que todos poseemos y que, incluso en esos momentos, te llevan a aferrarte a la vida. Grande había de ser la desesperación de Alfonsina para vencer ese instinto y seguir adentrándose en el mar. Porque la canción habla de angustias y dolores viejos, ahondando más en la vertiente romántica de Alfonsina que en la propia mujer. En realidad se tiró desde la escollera.

He ido buscando más información estos días y me he encontrado con una mujer orgullosa de ser mujer en un mundo de hombres, una mujer rompedora y valiente, aunque también angustiada. “¡Es que a las mujeres nos cuesta tanto esto! ¡Nos cuesta tanto la vida!”, le escribiría a Julio Cejador. Una mujer que asumió en una sociedad pacata e hipócrita su condición de madre soltera de un hijo fruto de una relación con un hombre casado mayor que ella… Sí, Alfonsina es una mujer luchadora y apasionada, que reivindica a la mujer en todos los ámbitos, incluido el sexual. Y no se encarga de ocultarlo, más bien al contrario. Alfonsina ejerció el amor libre y entre sus relaciones destaca la que mantuvo con Horacio Quiroga, al que más tarde le susurra su admiración por su decisión de suicidarse con cianuro: «Morir como tú, Horacio, en tus cabales, / Y así como en tus cuentos, no está mal; / Un rayo a tiempo y se acabó la feria... / Allá dirán. / Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte / Que a las espaldas va».

Sí, para ella el suicidio era una decisión no sólo valiente, sino digna. Y cuando decide que ha llegado su hora no lo hace sólo por angustias o dolores viejos del corazón, sino por dignidad y por dolores bien presentes del cáncer que padecía. Alfonsina decide ir por fin al encuentro de la muerte a la que tanto había cantado pues en su obra se entremezclaban vida, amor y muerte sin solución de continuidad.

Alfonsina muere envuelta en soledad, dolor amor, y poesía. La soledad que le había acompañado durante toda su vida y que tanto la marcó, el dolor de su enfermedad, el amor hacia su hijo, “Suéñame, que me hace falta. Te escribo tan sólo para que veas que te quiero” y la poesía como despedida:

VOY A DORMIR

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...

jueves, 14 de enero de 2010

terremoto



Las personas somos como la Naturaleza –no olvidemos que pertenecemos a ella- y podemos estar viviendo un momento de lo más apacible e incluso idílico, cuando de repente surge un terremoto emocional y lo manda todo a la mierda. Donde antes había paz ahora hay dureza, donde hubo comunicación, ahora hay incomprensión y donde amor, espalda. Bien es verdad, que igual que en la Naturaleza, un terremoto de la misma intensidad no causa los mismos efectos en Japón –ejemplo típico- país desarrollado con edificios diseñados y construidos para aguantar seísmos de gran magnitud, que en Haití, uno de los países más pobres de la Tierra y el que más de América, donde las casas apenas existen para proporcionar un techo y poco más en la mayoría de los casos.

En el caso de los seres humanos ocurre algo similar. Un terremoto emocional en una relación consolidada, sin dudas, no tiene los mismos efectos devastadores que en una relación que parece un baile de Ricky Martin “un pasito pa’lante, María, un pasito pa’tras”. Pero en cualquiera de los casos, siempre tiene consecuencias y produce microfisuras en los cimientos.

Cuando ocurre un terremoto en la Naturaleza y afecta de manera tan grave y atroz a un país, como ha ocurrido ahora con Haití, la ayuda internacional es fundamental para socorrer a los que se han quedado sin NADA. Y en ese nada incluyo familia, casa, país o vida. Esa ayuda es clave y los países ricos tienen que dejar de mirar su ombligo financiero y arrimar el hombro (vergüenza, ¿os acordáis?). Cuando ocurre un terremoto emocional, son los amigos los que proporcionan esa ayuda humanitaria tan necesaria y dejan atrás sus problemas y te apoyan y escuchan. Sólo que en esta ocasión, la relación puede ser biunívoca y sabes que ellos también pueden necesitar de tu ayuda en algún momento.

La Naturaleza tiende a ser más drástica y despiadada que nosotros y cuando crea problemas, los crea de verdad. Y a lo mejor, instantes antes del terremoto, en una pareja haitiana alguien mandó a la mierda a alguien e inmediatamente después se cumplieron sus palabras, dejando esa rencilla en una anécdota frente al horror de la pérdida absoluta.

Afortunadamente las personas somos más que naturaleza y antes de llegar a los terremotos tenemos la capacidad de pensar nuestras palabras y acciones, que pueden ser dichas o hechas en un momento inoportuno y desencadenar un terremoto, que siempre avisan, pero poco.

También tenemos la capacidad de manejar nuestra voluntad, de pedir perdón y perdonar, e intentar reconstruir desde las astillas algo nuevo. Ésa es la diferencia con la Naturaleza.