domingo, 5 de junio de 2016

un domingo a la una hace cinco años





Un domingo a la una hace cinco años se paró el tiempo. Se pararon el tiempo y nuestras vidas. La suya, definitivamente. La mía durante tres años, en que mi corazón anduvo agarrotado. Se congeló su risa y su sonrisa, que fueron sus últimos gestos. La mía se mudó en una mueca de perplejidad seguida del llanto. Igual que la de José Luis, Inma, Manolo y Mila, más familia que nunca. O la de Katy, la dulce Katy, siempre ahí, siempre añorando. O la de tantos amigos y compañeros del arte de la palabra que se quedaron mudos en su despedida. 

Han pasado cinco años desde que aquel domingo mi reloj marcara las 13:02, aún no puedo pasar sin dolor por el sitio donde oí su voz por última vez. Cinco años intensos, en los que tres los dediqué fundamentalmente a llorar, a acompañar a mi padre en sus últimos meses, a llorarle a él también, a cuidar a mis hijos y a sobrevivir. Un largo duelo. 

Sentía el corazón seco, incapaz de enamorarme, de vivir algo como lo que había vivido; me lo dijo alguien muy querido en los momentos de mayor dolor, que pese a todo yo le daba envidia porque él estaba seguro de que en su vida no había vivido ni viviría un amor tan intenso como el que tuve yo. Y me reconfortó. Y, pese a todo, me sentí afortunada. Ya había cubierto mi cupo de amor. 

Pero, ya lo cantaban Serrat y Noa, es caprichoso el azar, y a los tres años decidí levantar la cabeza y mirar a mi alrededor. La vida, la mía seguía y yo tenía que seguir en ella. Y la levanté y me encontré con una mirada clara, conocida, transparente y buena. Y después de un “¿por qué no?” vino un verano de caricias y necesidades mutuas. Y al verano le siguió un otoño y así se ha ido sucediendo las estaciones durante casi dos años. A nuestros corazones se les cayó la escarcha y fueron capaces de volver a latir. Hoy vivo feliz junto a un hombre bueno, que me llena, un buen compañero, que me hace sentirme doblemente afortunada recordando aquellas palabras sobre el amor y la vida. Amo y soy amada con libertad, complicidad y comprensión. Solo te puedo dar las gracias por existir. 

Creo que esto es una declaración de amor. O dos.