lunes, 23 de febrero de 2009

slumdog millionaire (II)


Pues ganó.

Y no sabéis lo que me alegro. Ya os dije que me pareció una película excelente. Cuando acabó el número estilo Bollywood de los créditos estuve a punto de aplaudir, nada más absurdo. Y al encenderse las luces nos miramos la mujer que había a mi lado y yo, dos perfectas desconocidas con cara de complicidad, y nos dijimos "¡Qué buena película!" Eso sí, os puedo asegurar que agradecí que aún no hayan generalizado el cine oloroso. Porque iba viendo imágenes y recordaba sus olores (y los que afortunadamente no recordaba) y me sentía afortunada de que hubiera una pantalla entre las imágenes y yo...

Me alegro de que el cine independiente le de un tortazo a las superproducciones. De que una película haga visible la India que hay más allá de los touristic resorts. De que unos niños hayan tenido una oportunidad y otros muchos la puedan tener: Hoy en "El periódico": "Uno de los protagonistas de la película Slumdog Millionaire, ganadora de ocho Oscar, ha sufragado con su sueldo el registro de 111.279 menores y los certificados de nacimiento de 57.402 bebés en la India. (...) el actor Anil Kapoor (...) decidió donar todos los ingresos obtenidos en su última película a una campaña que ha registrado ya a más de cinco millones de niños en todo el mundo.

Según fuentes oficiales, alrededor del 36% de los niños indios no son registrados al nacer, lo que supone más de nueve millones de bebés al año.

Documento fundamental

Los certificados de nacimiento son un instrumento "indispensable" para asegurar los derechos fundamentales de la infancia en materia de alimentación, sanidad y educación y para ejercer el derecho al voto y a la propiedad, cuando sean adultos.

Aunque este certificado no garantiza por sí mismo la protección de estos derechos, resulta "imprescindible" para identificar y defender a los niños, para evitar el tráfico infantil, y la explotación sexual y laboral."

Siempre había pensado cuando oía o leía las cifras oficiales de población en la India, que esos habitantes eran los que se sabían. Esta noticia viene a confirmar mis sospechas: Cuánta gente vive en aquel país sin que su gobierno lo sepa. Ni le importe. Mientras vengan ong's bien intencionadas a hacer su trabajo y la India se pueble de "místicos" que van a trabajar gratis et amore los veranos para "ayudar" a una mínima parte de la población, el gobierno pude seguir gastando en armamento nuclear para mirar con ojos fieros al vecino pakistaní. Pero encima esas ong's no sólo no solucionan el problema, sino que, de alguna manera, fomentan una sociedad subvencionada y pedigüeña que saca más beneficios de la caridad que del trabajo. Eso sí, las conciencias de los voluntarios regresan a sus países de origen no sólo tranquilas, sino satisfechas e iluminadas por un aura de santidad barata cargando con sus guitarricas y sus canciones de fe, esperanza y caridad.

Con esto no quiero echar en saco roto a todas las ong's ni juzgarlas a todas por el mismo rasero. Habrá de todo, como en botica (parezco Sancho Panza con tanta frase hecha en línea y media). Pero entre las que utilizan los fondos de los bien intencionados -que ni siquiera se mueven de casa- para su propio beneficio, y las que su labor fundamental es lavar occidentales conciencias consumistas (las más), ong's verdaderamente útiles hay pocas. Ya ni en eso creo.

En lugar de tanta caridad de poltrona, esas conciencias podían dedicarse a exigir que los gobiernos invirtieran en gasto social antes que a pavonearse entre los más ricos de su desarrollismo a costa de trabajadores descalzos que duermen en el suelo de su puesto de trabajo.


lunes, 16 de febrero de 2009

slumdog millionaire



Nada más estrenarla fui a ver esta película. Había oído muy buenas críticas. Me gustaba el planteamiento de que una película de bajo presupuesto, rechazada por una de las grandes productoras de Hollywood hubiera arrasado en los globos de oro, los Bafta y ahora era una de las favoritas para los Óscar. Una película sin decorados, casi sin actores profesionales, pero que cuenta una historia. Una película excelente.

Otra vez mi tendencia a meterme en la piel de David contra todo Goliat que se me ponga por delante me hizo interesarme por la cinta. Pero claro, había un factor más: Era una historia india. Y una aún se relame con aquella experiencia. Bueno, en realidad, eran dos los factores, además de ser una historia india, era una historia sobre la India real... que el gobierno indio se empeña en no ver. Las críticas en aquel país han sido muchas, no sólo del gobierno, sino de la misma gente que sale retratada en la historia, e incluso de estrellas de Bollywood que son parte de su trama.

Si hacemos un repaso de las noticias que han aparecido sobre el tema nos encontramos con perlas como éstas:

"La película "Slumdog millionaire", que triunfa en Occidente y es favorita para los Oscar, no atrae a mucho público en India, país que detesta ver los proyectores enfocados hacia su inmensa pobreza. (...) India, con ambiciones de superpotencia y orgullosa de su fenomenal crecimiento, no aprecia lo que la prensa califica de "pornografía de la miseria", en un país donde 455 millones de habitantes sobreviven con menos de 1,25 dólares diarios. (...)

"La película, tras haber obtenido cuatro Globos de Oro y ser vendida en copias pirata, había causado un gran debate en la India desde antes de ser estrenada. Que si es ofensiva, denigrante, que si presenta casi "pornográficamente" a la pobreza para vender entradas... La crítica la comenzó el autor indio por antonomasia, el veterano Amitabh Bachchan, que incluso aparece en la película como el ídolo del pueblo. "La imagen que da el filme de la India, la de una nación del Tercer Mundo, sucia y malnutrida, causa dolor y disgusto entre los patriotas", escribió en su blog. Luego rectificó diciendo que sólo estaba citando las opiniones de terceras personas y hasta felicitó a la producción."

"Las películas de Bollywood, conocidas por sus canciones y bailes, tienen fama de evitar el realismo social con tanta vehemencia como los besos en la pantalla."

"(...) 'Una película es una película. Está hecha para hacer soñar', responde Raju Walla, de 38 años, en el umbral de su precaria casa, donde se apretujan 21 personas. "Slumdog Millionaire es muy diferente de la realidad", dice."

Pues lo siento, pero la India que aparece retratada en esa película es la India que se encuentra cualquier viajero que recorre el país sin esas orejeras que sólo permiten ver el Taj Majal y toda esa serie de impresionantes lugares de la India, que lo son, sin duda. Pero es lo que hay. Y esas chabolas existen, y esos perros tumbados en las aceras existen, y esos niños pedigüeños existen, y esos trenes, y el cricket y la basura. Y la miseria. Existen.








































Ese barrio de chabolas es lo primero que ves cuando, en el aeropuerto de Mumbai, cambias de la terminal Internacional a la doméstica. El autobús te lleva junto a la valla que separa las chabolas de los aviones. Y cuando llegas a la terminal de vuelos domésticos llegas a la India. y dejas de ver los vuelos anunciados en rótulos luminosos para ver cómo los va apuntando una india con sari en una pizarra de Velleda.

Tal vez el gobierno indio debería preocuparse más de su gente, mejorar las coberturas sociales, sanitarias y educativas, y dejar a un lado sus devaneos de superpotencia económica, atómica y espacial, que con los 79 millones de dolares que se gastaron en enviar un cohete no tripulado a la Luna, podrían solucionar muchas de esas cosas, o la potabilización y depuración de aguas, la limpieza pública o la lucha contra la irrespirable contaminación atmosférica.

viernes, 6 de febrero de 2009

como el alabastro



"Como el alabastro, de la tierra, dura como una roca, cristalina, traslúcida, pero que se raya fácilmente y se disuelve gota a gota"


Así llegué el otro día a la conclusión, hablando con quien es más que un amigo, de que ésa podía ser mi definición.

Sí, amo a mi tierra pese a todo, su dureza y sus contrastes. Estoy apegada a ella. Y aunque ansíe recorrer el mundo (y este blog comenzó como una crónica del viaje de una novata), regresar a la tierra reconforta. Ese vientre materno mineral.

Dura. A la fuerza. Me he dado cuenta de que no he parado de luchar durante toda mi vida. Unas veces por mi tendencia a ponerme del lado del más débil y defender causas perdidas, y otras veces porque no me ha quedado otro remedio. No puedo decir que mi vida haya sido difícil, pero tampoco me ha sonreído abiertamente. Viendo cómo cuida un amigo a su mujer embarazada, recordaba yo mis embarazos, que, aunque fueron muy buenos, especialmente el primero, no me quedó otro remedio que sacarme yo solica las castañas del fuego. Aún me acuerdo de una mañana que perdí el tubo de escape del coche y ahí me tenías tumbada en el suelo, embarazada de seis meses, sujetándolo. Sola. También recuerdo -en el segundo embarazo estuve con pastillas antinaúseas hasta el día del parto- y un día subiendo a un pueblo conduciendo, no me dio tiempo casi ni a abrir la puerta del coche. Pero había que cumplir y cumplí.

He sacado a mis hijos adelante sola, incluso cuando estaba casada. He desarrollado con relativo éxito mi carrera profesional a pesar de amargos sinsabores que a punto estuvieron de que lo mandara todo a hacer gárgaras. He superado situaciones muy críticas que me han venido todas de golpe. Y aquí estoy.

Cristalina. Lo debe de llevar mi nombre y mi profesión. Va unido a lo de traslúcida. Incapaz de ocultar mis sentimientos, emociones y pensamientos. Brutalmente, con la sinceridad por delante. A veces demasiado directa, demasiado clara, demasiado hiriente.

Pero me rayo fácilmente. Mi corazón tiene demasiadas rayas, en un continuo vital ameboide de ensayo y error. Amante de mi libertad, echo en falta un pecho donde apoyar mi cabeza cuando ya no puedo más. Pero de nuevo sale mi condición pétrea, mi dureza, y tiro para delante. Como siempre. Gracias, mamá, por enseñarme a ser como soy.

Y me disuelvo gota a gota. Del agua salada que brota de mis ojos cuando estoy sobrepasada. Pero eso casi nadie lo ve.

No me arrepiento de vivir y de ser como soy. No me arrepiento de mis 365 palabras ni de lo que os digo a todas las mujeres. Pero a veces me caigo. Menos mal que cuento con buena gente a mi alrededor que me da la mano: mis hijos con su alegría, mi familia, los buenos amigos, y me salva mi optimismo.