lunes, 8 de febrero de 2010

un dibujo


- ¡Ya te dije que no ibas a llegar a nada, zoquete!
- Pero, pa...
- Calla, ¿dónde te crees que conduce esto? ¿Tú ves una salida razonable y de provecho a esa curva que se cierra en sí misma? Ahí vas tú de cabeza, ¡a la nada! ¡al punto cero de la indigencia!
- ¿La indi... qué..?
- ¡Indigencia, ceporro, indigencia! eso mismo de lo que tu madre y yo queremos librarte y por lo que se ve sin éxito. ¿De qué nos han valido todos nuestros cuidados, todo el esfuerzo, todo el ingente dinero que hemos destinado a tu educación? ¡De nada, Señor, de nada! Anda, di algo, desalmado, di algo coherente si eres capaz..
- ¿Cohe... qué?
- ¡Coherente, inútil!
- Es que... la espiral... no va de fuera hacia dentro, va de dentro hacia el infinito. ¿Entiendes?

Durante los primeros años que estuve en la Universidad, heredé en mi despacho este dibujo de Quino. Era lo primero que veía cuando abría la puerta. A veces me lo quedaba mirando sin más. Pasó el tiempo, dejé aquel despacho y la Universidad y lo perdí de vista. Pero era irremediablemente tarde, se había quedado grabado en mi retina. Y también en mi memoria, mi conciencia y mi corazón.

Aquel dibujo era un grito de libertad y de rebeldía. Una proclama de que otro mundo es posible aunque el sistema, personificado en el padre abroncador y la madre altiva intenten meternos en vereda con riñas tan inútiles como trasnochadas. Porque cuando la libertad de pensamiento echa raíces no hay corsé social que la pueda ceñir.

El niño agacha la cerviz con cara de culpabilidad, pero todos sabemos que esa culpa no le pertenece sino que se la intentan inculcar para tenerle acongojado entre las líneas rectas. Porque la culpa nunca es nuestra, la culpa nos la inoculan los convencionalismos sociales, la “buena” educación y, en definitiva, la manipulación emocional. Si continua con la cabeza gacha ese niño terminará siendo un adulto amargado e incompleto que no conseguirá sentirse él mismo puesto que estará atosigado por la carga de la culpa adquirida y cultivada a lo largo de su vida. Es duro pero preferible que levante la cabeza a tiempo y proclame con decisión y firmeza que le gustan los círculos. Sin duda provocará un terremoto a corto plazo, pero a la larga podrá vivir en paz consigo mismo por ser libre de ser quien quiere ser. Y esa libertad, lleva a la felicidad y, no lo olvidemos, la felicidad puede ser contagiosa.

Tal vez por eso nos quieran amargar con cuadrados, porque una persona feliz sabe lo que quiere y no se deja manipular.

http://www.elpais.com/articulo/portada/Cuidado/chantajes/emocionales/elpepusoceps/20090524elpepspor_5/Tes



Gracias por el diálogo del principio.


3 comentarios:

José Luis dijo...

No puedo por menos que estar de acuerdo contigo...

aldman dijo...

Yo me quedo con:"Era lo primero que veía cuando abría la puerta. A veces me lo quedaba mirando sin más"

Es decir, ¿que te quedabas mirando a la pared, con la mirada perdida en vez de trabajar en la tesis?

Aupaedurne dijo...

¿Por qué te crees q nunca la terminé? jajaja