miércoles, 16 de marzo de 2011

en la capital de la tecnología faltan productos básicos



Vivimos rodeados de gadgets electrónicos. Cada día uno nuevo. Todo comenzó con las calculadoras que no nos dejaban llevar a los exámenes. Después llegó el PC, evolucionando sin parar desde aquellos antediluvianos amstrad. Quisimos grabar las pelis de la tele o ver otras cuando quisiéramos y nos llenamos de VHS, cuya victoria sobre el resto de formatos duró hasta que llegó el DVD. También había que llevar la música a cuestas, y salieron los discman. Queríamos más y empezamos a llevar también el teléfono a cuestas. Y todo empezó a ser cada vez más tecnológico y pequeño. Las películas fotográficas y sus correspondientes cámaras pasaron a la historia y se impusieron las cámaras digitales. Pero para verlas hacía falta un ordenador. O mejor aún aquellos marcos digitales que se pusieron de moda unas navidades y que ahora nadie enciende y viven arrinconados en la segunda fila de la estantería. Luego nos convencieron de que lo mejor era tener un e-book, que ocupa poco y puedes leer muchos libros. Y para divertirse nada como toda esa serie de videoconsolas de distintos tamaños, portabilidades y dimensiones para experimentar todo tipo de sensaciones en cualquier lugar. Y ya no hubo vuelta atrás. Cada vez más tecnología, cada vez más dependencia. Yo misma estoy escribiendo en mi portátil conectado a Internet por un router wifi, igual que la impresora, y con varios periféricos que hacen escasear los puertos USB. Pero, a pesar de tanta tecnología inalámbrica, todo tiene al final un cable, o varios. Y esos cables terminan en una clavija conectada a la red eléctrica. Y ahí la liamos.

No reniego de la tecnología, en tanto en cuanto nos ha permitido una serie de avances impensables hace tan sólo 30 años. Sin embargo nos ha hecho absolutamente dependientes de esa clavija que nos conectan directamente con unas fuentes de energía que no queremos conocer, mientras luzca la lámpara que me alumbra, pueda teclear y mi móvil tenga batería. Este fin de semana comentaba con una amiga que me iba a comprar un camping-gas porque si hubiera un apagón ni siquiera podría calentar la leche del desayuno de mis hijos.

Y ahora, la capital de la tecnología está medio a oscuras y sin alimentos porque el planeta ha estornudado y ha dejado muy maltrechas algunas de las centrales nucleares que nutren las clavijas de sus aparatos. Y de paso, ha vaciado las estanterías de sus tiendas. Tienen aparatos que no se pueden comer, porque no creo que sea muy digerible la tortilla de microchips ni el caldo de smartphone.

La lengua de agua se ha llevado por delante todo lo que ha encontrado a su paso y ha dejado tambaleándose el país mejor preparado para los terremotos. Pero, como siempre, el ser humano no para de mirarse el ombligo en nuestra minúscula permanencia en la Tierra y creía dominar la Naturaleza. De vez en cuando el planeta se encarga de ponernos en nuestro sitio. Llevamos apenas un ratico en esta Tierra de miles de millones de años, en la que lo que está pasando, los terremotos, volcanes, lluvias torrenciales, etc, son una serie de fenómenos naturales que han ocurrido a lo largo de los distintos periodos geológicos una y otra vez, con la misma tendencia a la repetición. Ahora bien, hay dos hechos irrefutables: el primero es que el ser humano es tan tonto que se dedica a edificar sus ciudades e instalaciones donde sabe que tarde o temprano va a tener problemas, pero en su miopía temporal confían en el periodo de recurrencia de 500 años. El segundo es que somos tan presuntuosos que pensamos que podemos llegar a dominar el planeta con nuestro ingenio y nuestro conocimiento. Pero éste tiene mucha más paciencia, y tarde o temprano devuelve la bofetada corregida y aumentada. Millones de años de experiencia sirven para algo.

4 comentarios:

José Luis dijo...

Yo ahora estoy viviendo en una ciudad construida por debajo del nivel del mar...
No estoy del todo seguro, pero creo que fue un cura católico al que se le ocurrió tal idea. Sí, hay mucho "listo" por ahí...

En cuanto a lo de la energía, la alternativa solar y eólica, nos ahorraría muchos problemas a la humanidad, muchos.

Besos!

Caminante dijo...

Paso para comunicarte que ayer publiqué este texto tuyo...

*marzo 19, 2011. Indignez-vous!... (+ aupaedurne)

Publicado el martes 18 de enero de 2011 por aupaedurne aupaedurne.blogspot.com/ (...)

... en cuanto a las alternativas ¿? el problema de las mencionadas por Jose Luis es que no se pueden almacenar, la no consumida en el momento de generación se pierde.
Mi hija me decía hace unos días que no mencionan la Otra Alternativa ¡consumir menos!

Pues eso, pese a la educación del consumo por el consumo que ha imperado hasta ahora mismo. intentemos aprovechar, y reaprovechar, más los recursos disponibles, sin expoliarlos.
Saludos desde Madrid/Getafe: PAQUITA

José Luis dijo...

Lo que menciona Caminante no es exacto.
En los sistemas solares-eólicos típicos en viviendas, la energía se va almacenando en las baterías hasta que éstas están cargadas a tope. Es entonces, cuando se ha llegado al máximo de carga, cuando la energía generada por las placas o el molino, "se pierde", o más bien, no se aprovecha.

Pero eso tiene una solución que además es muy ventajosa. Se puede contratar con la compañía eléctrica (y están obligadas por la ley a hacerlo si se les pide) el que te compren tus excedentes de energía. Es decir, conectas tu instalación solar-eólica a la red de distribución y toda la energía que inyectas en la red, te la compran y te la pagan a buen precio. El "negocio" realmente les sale muy mal a las compañías eléctricas, ya que tienen que pagar el kilowatio "verde" más caro de lo que nos cuesta el kilowatio "no-verde".

Así que además de consumir menos como bien apunta la niña, la alternativa está ahí. Si uno se construye una nueva vivienda, sería muy conveniente hacer un estudio al respecto.

Saludos.

Caminante dijo...

Doy por bueno lo escrito por Jose Luis, puesto que soy profana total en ello. Hablo de oídas y leídas.

Gracias por ello, me encanta que alguien se tome la molestia de compartir lo que sabe. PAQUITA -un abrazo-