jueves, 20 de octubre de 2011

por fin

Mis hijos solían jugar en el memorial del parque de la Esperanza, el que se levantó en recuerdo de las víctimas, sobre todo los niños, del atentado contra la casa-cuartel de la avenida Cataluña del 11 de diciembre de 1987. Recuerdo que era viernes. Acabábamos de volver de una excursión de la carrera y estábamos en el bar de matemáticas escuchando atónitos la noticia. No podía ser aquí no. Aún teníamos reciente el atentado contra el autobús militar de enero en San Juan de los Panetes -que de aquello la iglesia no ha levantado cabeza, ni torre- y Zaragoza volvía a ser triste protagonista de un atentado de E.T.A. Y no sería la última vez, pero aún no lo sabíamos. Tuvimos miedo, comprendimos el miedo. Pero no entendimos nada más. Después, recuerdo que lloré cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco, que me quedé estupefacta con el disparo a Tomás y Valiente. Después, recuerdo que en el verano de 2000 no paraba de ir a la plaza del Ayuntamiento de Alcorisa con mi hijo en su sillita a demasiados minutos de silencio por demasiadas vidas silenciadas en tan poco tiempo. Después, recuerdo escuchar por la radio, el 3 de diciembre de 2008 el atentado de Ignacio Uría mientras yo iba por la autopista vascoaragonesa camino de Santander. Otra vez la incertidumbre, No sabía qué me encontraría en el camino.

Y tantos otros, tantas otras historias truncadas. Hasta hoy que, por fin, parece que vemos el final de la serpiente. Hoy tenemos los ojos abiertos con desmesura. Por la mañana contemplábamos el posible fin de una guerra y por la tarde el de otra. A veces los días sí que se merecen el calificativo de histórico, que tan barato se vende en los medios de comunicación. Hoy creo que sí, que es uno de esos. Uno de esos días de los que se hablará. De los que estudiarán mis hijos en sus libros de historia y de los que la generación de mi padre aún han podido vivir. Un día de emociones. Porque así era cómo escuchaba yo la radio –gracias Ángels- con emoción, casi incredulidad, de vivir lo que estaba viviendo. Un día de transistores, otro, y pantallas.

Un día que a él le hubiera gustado dar la noticia, como decían hoy todos los periodistas, que la habría comentado en su columna y que por eso he decidido esta etiqueta, puesto que compartimos tantas “aspis”.

No puedo, ni creo que alcance a saber el porqué de la decisión de E.T.A., si por el acoso policial, el debilitamiento, el cansancio de los suyos y de la sociedad vasca o porque ahora que de nuevo la izquierda abertzale está en las instituciones –desde mi punto de vista no consideraba coherente dejar sin voz a tantos miles de personas- ven que hay otra vía, que la democracia, las palabras, son el camino y no la violencia y la intransigencia. Sólo sé que hemos ganado todos, sobre todo el País Vasco, pero, también todos.

Sólo sé que la única manera que he encontrado para decirles a mis hijos la importancia de este día es que hoy había un poco más de paz q ayer.



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