miércoles, 18 de mayo de 2011

un cubo lleno de cerezas



Hace más de veinte años tuve un novio de Ateca y cuando íbamos por esta época a ver a sus padres al pueblo me volvía a casa con un cubo lleno de cerezas. Y era un no parar. Cogías la primera y entrelazadas en la maraña de rabitos se venían un montón más. Las cerezas son así.

Y como cerezas van saliendo las protestas de ciudadanos por fin indignados, por fin despiertos. Y ahora los empresarios y los políticos, asombrados por pasar a segundo plano en pleno regodeo electoral, se intentan subir al carro y todos entienden las protestas sociales y las apoyan... No señores, no, no las apoyen. Escúchenlas. Aprendan algo. Que la gente tiene mucho que decir. Lamentablemente, porque ustedes han ido a lo suyo, olvidándose de que están ahí representando a los ciudadanos o ganando dinero a espuertas a costa de subir precios, despedir trabajadores y recibir ayudas del gobierno, o sea, de todos los ciudadanos. Escúchenlas, aprendan y, después, actúen en consecuencia.

Y está bien. Estos ciudadanos están tan enredados como las cerezas y son apolíticos, o no, de izquierdas, o no, jóvenes, o no, alternativos, o no, parados, o no. Pero todos tienen motivos para estar indignados, para decir basta ya y para pedir democracia real.

Luego vendrá el momento de las propuestas concretas, donde todos tendremos que sacrificar algo para que todo cambie. Hoy oía propuestas tan imaginativas como cabales del orden de pedir que, de la misma manera que hay un salario mínimo interprofesional también haya uno máximo. Otra propuesta sería la del reparto del trabajo, menos horas, si también menos sueldo, pero trabajo para todos. La clave es la solidaridad. De todos con todos. Empatía también sería otra clave, saber ponernos en el lugar del otro. El otro día me mandaban un correo sobre las lecciones que nos había dejado el pueblo japonés tras el tsunami y destaco dos: una, que la gente compró sólo lo que necesitaban, así todos podrían conseguir algo y la otra que los restaurantes redujeron los precios. Nadie se aprovechó de los cajeros. Los fuertes cuidaron de los débiles. En una situación de emergencia la población supo reaccionar no individualmente sino como colectivo. Ésta es también una emergencia mundial, y no me refiero sólo a la crisis sino a la falta de independencia de la política respecto de la economía. Y así la democracia se ha convertido en una suerte de pantomima periódica en la que metemos unos papelitos en una caja transparente y nos vamos a tomar un vermú o de paseo dominical.

No, basta ya, vamos a entrelazarnos como cerezas y a satisfacer este ánimo laminero de cambio. Si no lo hacemos nosotros ¿quién lo va a hacer?


1 comentario:

Antonio dijo...

Yo cada vez estoy mas convencido de que tenemos lo que nos merecemos... ¿O es que alguien piensa que los españoles somos gente muy guay, honrada, profesional, solidaria, etc... pero cuando decidimos convertinos en politicos o empresarios, nos transformamos en seres miserables?
No señor,la politica, las finanzas, y todo lo que nos rodea es reflejo de cómo somos las personas, igual que pasa en Japón.
A proposito de Japón y los terremotos, en Lorca les ha faltado tiempo para ir a timar a la gente, o aprovecharse de las ayudas... eso no es culpa del sistema, eso es el reflejo de como somos los españoles...
Desgraciadament, tenemos lo que nos merecemos.