Permitidme
que os hable de mis amigas. Os puedo hablar de Arantxa, Beatriz, Blanca, Gloria,
Manu o Tere, por ejemplo. Son todas geólogas. Las cuatro primeras, profesoras del
Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza. Manu,
catedrática en la Universidad de Borgoña. La última, presidenta de la
Delegación del Colegio de Geólogos en Aragón. Son todas mujeres de mi
generación. A algunas las conozco desde los catorce años, con otras hemos sido
como hermanas. Todas ellas han destacado en sus campos de trabajo.
Arantxa
es vicedecana de calidad de la Facultad de Ciencias, profesora titular del Área
de Estratigrafía y divulgadora científica a través de una actividad de
“Geología forense”. Siempre ha sido una mujer de carácter –de buen carácter-
inteligente y luchadora, a la que conozco desde que tenía catorce años y que no
solo no me sorprende adonde ha llegado, sino que sé que llegará mucho más
lejos.
Beatriz
también es profesora titular del Área de Estratigrafía, secretaria del
Departamento de Ciencias de la Tierra y editora principal de la Revista de la
Sociedad Geológica de España (también presidida por una mujer y en la que hay
una comisión específica de mujeres y geología). Hemos sido uña y carne durante
muchos años, desde el instituto, hemos vivido grandes momentos y otros muy
duros. La suya ha sido toda una carrera de obstáculos machistas para alcanzar
sus metas. Y lo que le queda.
Blanca
es profesora titular de Cristalografía y Mineralogía, directora del
Departamento de Ciencias de la Tierra, también ha sido vicedecana de la
Facultad de Ciencias y actualmente preside la Sociedad Española de Mineralogía.
Recuerdo que durante la carrera, una vez pasados a limpio, sus apuntes eran los
mejores… Y los momentos que pasamos en el campo, también.
Gloria
es profesora doctora contratada del Área de Geomorfología e investigadora en el
Instituto Universitario de Ciencias Ambientales (IUCA) especializada en
Geología Ambiental. Su casa en Fabara ha sido mi casa y sus padres me trataron
siempre como una hija. Mujer decidida de ideas claras, nunca rebla hasta
conseguir sus objetivos.
Manu
es catedrática de Sedimentología en la Université de Bourgogne –de hecho, fue
la primera catedrática de Geología en Francia- y anteriormente fue profesora
titular en el museo de Ciencias Naturales de París. Ha recorrido medio mundo
buscando yacimientos petrolíferos. La suya también ha sido una carrera plagada
de obstáculos en la que antepusieron su condición de mujer por delante de su
capacidad e inteligencia. Pero ella ha sido más fuerte.
Tere
trabaja en la Confederación Hidrográfica del Ebro como Técnica Facultativa
Superior y es Jefa de Servicio de Gestión y Planificación de Aguas Subterráneas.
En la Comisaría de Aguas del Ebro, con perfiles de titulaciones científicas, el
45% de puestos de jefatura lo ocupan mujeres, aunque según ellos, en otras
áreas aún queda mucho camino por recorrer. Además es presidenta de la delegación
del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos en Aragón. Tere nunca pierde la
sonrisa, es una mujer tenaz que ha sabido pisar firme en su trabajo.
Os
podría hablar de más amigas mías médicas, abogadas, ingenieras, que se han
tenido que hacer un hueco en sus profesiones a veces desde el minuto cero, como
Piluca, mujer de sobresaliente en COU y que el primer día de ingeniería me
llamó llorando porque los profesores les habían dicho a las futuras ingenieras
que ellas solo estaban allí para pillar marido... Ha dirigido las instalaciones
eléctricas de obras como el Hospital Miguel Servet, o el Provincial.
Nosotras
también tuvimos que afrontar micro, meso y macromachismos en nuestra carrera, como
aquel profesor que nos echaba broncas por llevar rimmel al mirar el microscopio
porque decía que manchábamos los oculares, o posturas claramente misóginas –o
excesivamente babosas- en los despachos.
Mis
amigas han llegado lejos, y sé que ese no es su techo de cristal. Somos las
hijas del babyboom, la primera generación que llegó masivamente a la
Universidad. Que nos dijeron que podíamos y nos lo creímos, que recibimos
clases de un profesorado mayoritariamente de hombres en una promoción
mayoritariamente de mujeres, proporción que subió entra los que terminamos la licenciatura
en cinco años, y que hoy se traduce en que ha aumentado la cantidad de
profesoras en el departamento. Las mismas hijas del babyboom que nos
encontramos gran parte del camino hecho en la lucha feminista por las
generaciones inmediatamente anteriores, que también creímos que por fin se
estaban dando los pasos adecuados, que pensamos que lo natural era la igualdad,
porque nos sentíamos así. Que disfrutamos de nuestra sexualidad sin complejos
ni mucho menos culpa, que pudimos hablar, que ya no vivimos el machismo
trasnochado del franquismo que sufrieron nuestras madres, que ya no tuvimos que
depender de nadie. Que quisimos transmitir a nuestras hijas e hijos todos esos
valores para avanzar hacia una sociedad mejor.
Algo
falló. Han pasado casi treinta años. Nos debimos de confiar, creímos que
habíamos ganado esa lucha por la igualdad y bajamos la guardia. Fue solo una
batalla. Veo con estupor cómo lo que creíamos conseguido ha vuelto atrás. Cómo
revive la dependencia y el control de manera más sutil –y, por tanto, más
peligrosa- en las nuevas generaciones. Cómo nos pretenden devolver a la caverna
social, a la pata quebrada y cómo quieren convencernos de que lo que nos pasa
es porque nos lo merecemos. Cómo niegan nuestra realidad, nuestra valía. Cómo
quieren controlar nuestro cuerpo.
Nos
relajamos y se nos comieron, y de nuevo tenemos que volver a reivindicar
nuestro sitio. Tenemos que convencer a las niñas de que valen para la ciencia,
a las chicas de que no eso no es amor sino control, a las mujeres de que sean
libres en lugar de valientes, a las profesionales de que valen tanto como sus
compañeros… Pero sobre todo tenemos que convencer a la sociedad de que esa niña
es igual a ese niño, a los hombres de que nos quieran, nos respeten, nos
entiendan. A los profesionales de que somos todos y todas igual de capaces, de
que podemos y de que nos merecemos cobrar de la misma manera.
Hay
que convencer de una vez por todas al mundo de que el 50% de la población no
puede ser discriminada por el hecho de ser mujer, sino que estamos
perfectamente capacitadas para ejercer todos y cada uno de los trabajos y de
los puestos de responsabilidad, de acuerdo con nuestra formación. Y si no, ahí
están esas seis mujeres, mis amigas, como muestra de ello.
Publicado en "El Pollo Urbano" marzo 2019
http://www.elpollourbano.es/nosotras/2019/02/son-mis-amigas/
Publicado en "El Pollo Urbano" marzo 2019
http://www.elpollourbano.es/nosotras/2019/02/son-mis-amigas/
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